El budismo surgió hace unos 2500 años en la India como resultado de la experiencia de un ser humano, quien tuvo el propósito de explicar la causa del sufrimiento que padecen los seres humanos y de esta manera se enfocó en realizar el sentido de la existencia, la vida y la muerte, comprendiendo la auténtica realidad del Ser. Acá aprenderemos un poco sobre el budismo y la muerte.

El-budismo-y-la-muerte-02

El Budismo

Sakyamuni fue un príncipe buda de la India, quien después de contemplar el dolor y la enfermedad, la vejez y la muerte, abandonó la vida confortable que llevaba, siguiendo un impulso y una fuerza que venía de su interior. Se dedicó a desentrañar el sentido del dolor y el sufrimiento, así como de la muerte, después de años de búsqueda se dedicó a meditar, con la firme intención de no moverse, hasta haber comprendido y realizado la verdadera naturaleza del Ser.

La muerte

Los maestros budistas han descrito cuál es la experiencia subjetiva de la persona que está atravesando el momento de la muerte. Como norma básica tienen velar el cuerpo y no molestarlo por espacio de unos tres a siete días. Primero ocurre lo que los maestros llaman la disolución externa, proceso en el que se disuelven los sentidos y los elementos, no materiales, sino las cualidades correspondientes a tierra, agua, fuego y aire. (ver artículo: el islam y la muerte)

Fases de la muerte

En la primera fase los sentidos dejan de funcionar y se empieza por el elemento tierra. El cuerpo pierde la fuerza, la energía, se siente pesadez e incomodidad, se nota la palidez y las mejillas se hunden. Se experimenta debilidad y fragilidad, mientras tanto la mente está agitada y delirante, para luego caer en somnolencia.

En segundo lugar el elemento agua, se pierde el control sobre los líquidos, se siente que los ojos se secan, sed, boca y garganta pegajosas y obstruidas. La mente, por su parte, se vuelve brumosa, irritable y nerviosa. Al perder el elemento fuego, se secan por completo la boca y la nariz, se pierde el calor del cuerpo.

Cuando se respira, el aire es frío y la mente oscila entre la claridad y la confusión de manera alterna, ya no se recuerdan los nombres de los parientes y amigos, así como tampoco se reconocen.

El elemento aire se pierde cuando ya se hace difícil respirar, se emiten estertores y resuellos, la mente queda perpleja, sin conciencia del mundo exterior, la imagen se vuelve borrosa y se pierde la última sensación de contacto con el entorno físico.

Se experimentan visiones y alucinaciones, se pueden ver formas aterradoras, sobre todo si hemos tenido una vida negativa o de maldad y si por el contrario, se ha llevado una vida amable y compasiva, se verán visiones dichosas y celestiales. Para los que llevaron una buena vida la muerte es paz, no terror.

Último suspiro

Las inhalaciones son cada vez más superficiales y las exhalaciones más largas, hasta que se hacen tres largas exhalaciones finales y se interrumpe la respiración. Queda un ligero calor en el corazón, desaparecen los signos vitales y es el momento en que se declara muerta la persona, pero los budistas consideran que está dentro del proceso que aún prosigue.

En ese proceso se disuelven los estados del pensamiento y las emociones, del mismo modo que van apareciendo cuatro planos de conciencia. Hay un proceso inverso al de la concepción, en el que las esencias heredadas de los padres se encuentran mediante un proceso determinado de los centros y canales energéticos.

El budismo y la muerte

La muerte según el budismo no es un evento aislado sino un cambio en el ciclo de cambios finito. Constituye una realidad natural, en la que se transforma una mente confusa y se lleva a un estado mental de mucha paz. Entonces, vista así, la muerte no es algo mórbido ni temido, sino una bonita oportunidad de crecimiento espiritual.

Las enseñanzas budistas transmiten una sutil y profunda sabiduría sobre nuestra naturaleza y existencia, sobre el nacer y el morir, el sufrimiento y su cesación. Durante siglos, varias generaciones de practicantes budistas han experimentado por medio de la meditación sobre cómo afrontar la vida y la muerte.

No existe una sola versión, debido a la cantidad de países asiáticos en los que se practica el budismo, cada uno con su versión influenciada por sus culturas locales.

Según la tradición en los países budistas del Himalaya, basada en el Libro Tibetano de la muerte, dice que al morir la persona su conciencia entra en un período de transición que se ubica entre dos reencarnaciones, conocida como Bardo. El mismo tarda unos 49 días y está compuesto de tres etapas, las cuales se dividen cada una en dos fases. Para encarar de manera correcta esas etapas hay enseñanzas y ejercicios espirituales en el budismo.

El-budismo-y-la-muerte-03

Etapas del Bardo

El Bardo es una palabra tibetana que significa “estado intermedio” o “estado de transición”. De acuerdo con la tradición tibetana, después de morir y antes del próximo nacimiento, al desconectarse la propia conciencia con un cuerpo físico, se experimenta una variedad de fenómenos, que ocurrirán en un periodo que dura máximo 49 días.

Chikhai Bardo

Ocurre al momento de morir y los siguientes instantes. En su primera fase se percibe una luz clara primaria, la misma es brillante y está vinculada a nuestra naturaleza divina. Las personas que se desarrollaron espiritualmente en el transcurso de su vida podrán reconocerla y confrontarla, así escapará de la rueda de reencarnaciones.

Esta luz también se puede experimentar en vida, para lo cual se requiere permanecer en silencio, sin pensamientos ni emociones, algo que se logra en profunda meditación. Al experimentar esta luz en plena conciencia se puede liberar del Maya o mundo de la ilusión.

En su segunda fase se percibe una luz clara secundaria, la cual se corresponde con la luz que algunas personas, que han tenido experiencias cercanas con la muerte, dicen haber visto. Es de menor intensidad que la primera, pero es la misma luz, la que se redujo para adaptarse a las limitaciones de las personas, porque la intensidad de la luz depende de la conciencia de esa persona.

Durante la fase de Chikai, los ruidos físicos, lloros o lamentos de los familiares y amigos, pueden distraer a la consciencia del moribundo, por lo que es recomendable que la habitación donde se encuentre esté libre de cualquier situación que perturbe su concentración mental.

Si el moribundo logra reconocer la luz, debe fusionar o absorber su radiación para poder pasar a mundos superiores. Si no tiene éxito, la conciencia se desvanece por unos tres a siete días, hasta pasar a la etapa siguiente.

El-budismo-y-la-muerte-04

Chönyid Bardo

En su primera fase la consciencia se despierta y en los siguientes siete días percibe las 42 deidades pacíficas. Cada una de las deidades puede ofrecer al alma acceder a los placeres de los dioses, aunque a veces pueden ser una trampa. Hay tanta belleza que se puede perder en sus fantasías.

La segunda fase, transcurre en los siguientes siete días, cuando aparecen las 58 deidades iracundas, las que pueden aterrorizar a los que no entiendan lo que ellas representan. Un alma errante puede sentir miedo y huir llena de pánico, con el riesgo de perderse.

Lo más importante es no dejarse seducir por imágenes encantadoras, así como no asustarse por las imágenes aterradoras. Si la persona toma consciencia de que todo aquello, son solo creaciones mentales proyectadas al exterior de su ser, y por tanto, irreales, obtendrá la liberación.

Sidpa Bardo

Si la persona no pudo lograr la liberación en las etapas anteriores, pasará por la última prueba en esta primera fase, el encuentro con Yama, el señor de la muerte. Este analizará sus obras, agrupando las buenas acciones en forma de guijarros blancos y las malas en guijarros negros.

Al llevar una vida de buenas acciones le permitirá a esa persona entrar al reino de los dioses y tener un renacimiento positivo, mientras que una vida llena de maldad condenará el alma de ese ser y lo hará renacer como un animal o con una vida llena de tortura en el infierno.

Durante la segunda fase comienza la búsqueda del renacimiento en el mundo físico. El momento en que el alma puede escoger a sus padres, así como ver su próxima reencarnación. Tal como empieza así termina el viaje, en un descenso a través de un túnel oscuro en dirección hacia una luz brillante, pero en esta ocasión el túnel es el útero y la luz al fondo es la primera luz que alumbra a un recién nacido al abrir los  ojos.

El-Budismo-y-la-muerte-05

Dalai Lama

Muerte de un ser querido

Los maestros espirituales budistas, “lamas”, aconsejan que en los días siguientes a la muerte de un ser querido, se debe buscar primeramente, transmitir energías positivas y por ende, evitar discusiones que lo perturben. Por espacio de 49 días se realizan oraciones y ceremonias, período en el cual el fallecido se encuentra en el bardo.

Las familias acostumbran en el Tíbet, realizar peregrinaciones a lugares sagrados, hacer donaciones a proyectos espirituales y reunirse con los maestros a rezar. Las lecciones y prácticas budistas enseñan a aceptar las pérdidas y al hacer algo por la persona fallecida se le está dando un significado trascendente a su muerte. (Ver: La doctrina budista).