Comulgar: Descubre todo lo que necesitas para realizarlo

Comulgar nos permite recibir el cuerpo y sangre de Cristo, pero debemos estar preparados para poder optar a este sacramento. Te invitamos a conocer todo lo que debes saber para Comulgar, en este artículo.

COMULGAR

¿Qué es comulgar?

Cuando buscamos el significado de comulgar, se nos indica en los diccionarios que se trata de dar el sacramento de la comunión. También señala que consiste en recibir la hostia en representación del cuerpo de Cristo y se hace antes de finalizar la misa.

Recibir o tomar la comunión y recibir a los feligreses en la eucaristía, son conceptos explícitos de lo que significa comunión, no obstante, comulgar es mucho más que eso.

Comunión es Eucaristía, epistemológicamente significa «comunicar», comulgar es estar de acuerdo, tener las mismas ideas de una persona, por lo que se genera una buena relación cercana y de afecto, fundamentada en la afinidad.

En la Eucaristía comulgamos con Jesús, al estar en la misma sintonía y de acuerdo con su palabra, estaremos cercanos a nuestros prójimos y con nuestro entorno.

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Jesucristo se aseguró de dejar a su iglesia un sacramento que se perpetuara para siempre en el tiempo y permitiera reconocer el sacrificio realizado por él en la Cruz, en nombre de todos nosotros y para nuestra salvación.

Este hermoso regalo se puede reconocer cuando Jesús, en conocimiento de lo que venía y el inevitable destino de su pasión, estando reunido con sus apóstoles en lo que conocemos como la última cena, creó este hermoso sacramento de la Eucaristía.

Frente a sus apóstoles convirtió el pan y el vino en su propio cuerpo vivo y dio de su alimento a cada uno de ellos. La participación de los apóstoles hizo de ese sacerdocio un mandato.

Desde ese preciso momento, la Santa Misa es para todos una renovación del sacrificio realizado por Jesús, todo con el propósito de reconciliar al Dios Padre y salvarnos para poder tener la oportunidad de vivir la vida eterna.

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Nos entregó un día de descanso para que lo dediquemos a su palabra, para que renovemos y fortalezcamos nuestra relación con el Dios Padre, cuando asistimos los domingos a Misa, tenemos la oportunidad de participar en la Eucaristía.

Ir a misa se convierte entonces en un acto de amor, reconocimiento y agradecimiento por el enorme sacrificio de Jesús, pero que además nos regala la oportunidad de que en la Eucaristía su cuerpo se haga presente y podamos recibirlo, cuando podemos comulgar.

Por su parte, la Eucaristía es el sacramento, el momento de la misa en que el cuerpo y la sangre de Jesucristo se ungen en el pan y vino, a través de la consagración que realiza el padre o sacerdote, para entregar a cada uno de los feligreses en el altar, el cuerpo y sangre de Cristo, en forma de pan y vino.

Los cristianos no hacen referencia a recibir la primera Eucaristía cuando reciben por primera vez el cuerpo y sangre de Cristo, siempre hacen referencia a realizar la Primera Comunión.

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Luego de recibir por primera vez el cuerpo y sangre de Cristo y regresar en oportunidades posteriores a la iglesia, para nuevamente tener la gracia de Dios y agradecer por el sacrificio de su Hijo, se habla de ir a Comulgar, sin embargo, es importante saber que se trata de la Eucaristía.

La última cena no fue la única eucaristía que instituyó Jesús, pero si fue la más relevante, al tomar en sus manos el pan y repartirlo entre sus discípulos diciendo “Tomen y coman, pues esto es mi cuerpo”, perpetuó la Eucaristía entre los hombres.

Compartiendo con ellos más que un pan y un poco de vino, compartió su vida para poder nosotros tener la vida eterna, obteniendo al momento de comulgar la presencia viva de Jesús eucarístico.

En el Nuevo Testamento, en Juan capítulo 17 versículo 21, dice claramente “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros”. Jesús instruyó luego de entregar el pan y el vino que los apóstoles debían realizar la eucaristía en su memoria.

Al comulgar rememoramos y de alguna manera conmemoramos el sacrificio de Jesús en la Cruz, revivimos su sufrimiento; comulgar de corazón es una demostración de que estamos en la capacidad de realizar el mismo sacrificio hecho por Jesús, estamos en verdadera comunión con el Dios Padre.

En la acción de comulgar Jesús se perpetúa en cada uno de nosotros, siendo esencial para mantener la vida del hombre el alimento, Jesús al entregar la eucaristía se aseguró que al comulgar recibiéramos su cuerpo en forma de pan y vino. El pan permite reconocer la vida cotidiana y el vino momentos de celebración y felicidad.

No es posible comulgar con Jesús si no comulgamos con aquellos que fueron creados a imagen y semejanza de Dios. Al momento de instaurar la Eucaristía, Jesús dejó claro que comulgar con él es comulgar con el prójimo, para que participaran en tan hermoso momento sus discípulos.

Al comulgar con Jesús debemos estar conscientes de que también lo hacemos con los más necesitados. Comulgar nos permite recibir el cuerpo y sangre de Cristo, es la manera de confirmar que creemos en su palabra y lo honraremos con nuestras acciones.

¿Desde cuándo se puede comulgar?

Recordemos que cuando las personas van a comulgar por primera vez es llamado Primera Comunión, es un momento y un acto de suma importancia para la fe cristiana, ya que es la primera vez que será recibido el cuerpo y sangre de Cristo, por ello es necesario estar realmente preparado y consciente de la importancia y el significado de este momento.

Para comulgar por primera vez se requieren ciertas condiciones que permitan a la persona estar preparada espiritualmente, de modo que entienda el mensaje del momento.

Existen dos condiciones de origen divino, las cuales tienen su origen en la realidad de la Eucaristía y se encuentran plasmadas en la Sagrada Escritura, una de ellas es estar en Estado de Gracia y la otra estar consciente de a quien se recibe.

En el Nuevo Testamento, I Corintios capítulo 11, versículos del 27 al 29, la palabra de San Pablo dice “De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor”.

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En el versículo 28 nos instan a probarnos a nosotros mismos ser dignos, si realmente honramos el sacrificio de Jesús al comer el pan y tomar el vino, mientras que en el versículo 29 dice textualmente “Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.”

Por lo tanto, al estar conscientes estamos estableciendo un acercamiento honrado con Dios y esto es reconocido como estar en un «estado de Gracia”.

El estado de Gracia puede perderse si cometemos pecado mortal, sin embargo, la misericordia del Dios Padre nos da la oportunidad de recuperar el sacramento por la Penitencia.

Como podemos ver, el estado de conciencia al comulgar es de suma importancia, es por ello que la iglesia generalmente recomienda que se puede comulgar a partir de los 9 años de edad.

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A esa edad se estima que los niños tienen la madures y conocimiento suficiente para entender la importancia del acto de comulgar y reconocer su propia capacidad y preparación para recibir el cuerpo y sangre de Cristo.

Cuando los niños van a comulgar por primera vez, se convierte en un momento familiar muy importante y es una ceremonia que definitivamente queda grabada en la vida de todo niño.

En el momento de la eucaristía se reúnen familiares, amigos y personas que comparten y comulgan con sus creencias religiosas, es un momento de celebración porque se produce la unión entre el hombre y Dios.

Existe un período de preparación para poder comulgar por primera vez, los niños lo inician a partir de los 7  u 8 años y son guiados a través de una formación en catequesis, la cual generalmente dura alrededor de un año.

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En este período de preparación, se les enseña a los niños el significado de recibir este Sacramento y cuáles son las normas de la Iglesia. Posterior a esto, los niños se encuentran listos para recibir el cuerpo y sangre de Cristo al comulgar.

Es muy importante que los padres le den el verdadero valor a este especial acontecimiento, ya que es el primer encuentro con Dios, que representa un momento muy relevante en la vida de los niños. Es la confirmación de sus valores éticos, morales y espirituales, los cuales debemos reforzar con el tiempo para que permanezcan en el camino correcto, guiados por la palabra de Dios.

El sacerdote es la persona que se encuentra capacitada para realizar la eucaristía, que simboliza el sacrificio del Hijo de Dios hecho carne, que bajó a la tierra para salvar a toda la humanidad.

También es importante señalar que la iglesia recomienda que a partir de los 7 u 8  años se inicie la preparación de los niños, para que puedan comulgar por primera vez a los 8 o 9 años, respectivamente. Sin embargo, no es un impedimento el ser mayor de esa edad para recibir el cuerpo y sangre de Cristo al comulgar, solo debemos recibir la preparación necesaria y estar bautizados para comulgar por primera vez.

¿Qué se necesita?

Por supuesto que para comulgar la primera condición que debemos cumplir es ser creyentes, nuestros padres nos inician en la religión desde pequeños y es por ello que comúnmente somos bautizados siendo aún bebés. Pero la razón de ello la podemos hablar en otro artículo, porque existe mucha diatriba en referencia a la edad del bautismo, con respecto a algunas religiones.

Al cumplir entonces con el requisito de ser bautizado, hemos cubierto el primer requisito para comulgar por primera vez, el paso siguiente es prepararnos para comulgar y estar en conocimiento de la importancia de recibir el cuerpo y sangre de Cristo y lo que esto significa.

Posteriormente de cumplir con estas dos condiciones básicas, debemos estar conscientes de que comulgar no se puede convertir en un acto rutinario, que hacemos por formar parte de la Eucaristía, debemos estar consientes de que no podemos comulgar si hemos incurrido en un pecado grave.

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De ser este el caso, es necesario realizar un acto de confesión antes de comulgar, la confesión debe ser un acto de verdadero arrepentimiento, cuando nos arrepentimos de corazón estamos siendo honestos con Dios.

Debemos recordar que no existe la posibilidad de engañar a Dios, él es un ser omnipotente y omnipresente que está en conocimiento de lo que en nuestro corazón existe, por lo tanto, es imposible engañarlo.

Luego de confesar y arrepentirse del pecado cometido, es cuando se puede comulgar. En caso de que exista un impedimento físico por el que no pueda realizar su acto de confesión, es necesario realizar un acto honesto de contrición o arrepentimiento.

La iglesia católica recomienda estar unidos en matrimonio ante los ojos de Dios para comulgar, no es realmente honesto mantener una situación irregular de convivencia con su pareja.

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También es importante guardar el ayuno de la eucaristía, es recomendable no haber comido una hora antes de comulgar, el significado de esta condición reside en la necesidad de encontrarnos los más dispuestos posibles para que el cuerpo y sangre de Cristo ingresen a nuestro cuerpo.

Por supuesto que el respeto es de suma importancia para el momento en que vamos a comulgar, debemos estar dispuestos, nuestra devoción debe ser honesta y sincera.

No podemos ir a comulgar estando bajo el efecto de alguna droga, recordemos que nuestro cuerpo es el templo del Señor y debemos cuidarlo para recibirlo.

Debemos ser realmente dignos de recibir el sacramento, debemos ser dignos de Jesús, pues comulgar en pecado mortal es un grave sacrilegio.

La Iglesia nos pide que estemos en estado de gracia santificante para recibir a Jesús Sacramentado, es decir sin pecado mortal, para ello debemos confesarnos al menos una vez al año, de modo que podamos comulgar.

Sin embargo, en el caso de los creyentes que desena comulgar todas las semanas, es recomendable confesarse una vez al mes, aún y cuando no estemos consientes de haber cometido un pecado grave.

Cuando hemos cumplido sinceramente con los requisitos que exige la iglesia para comulgar, realmente nos unimos íntimamente con Cristo y, de alguna manera, nos estamos transformando en Él.

Al comulgar nos estamos alimentando de la carne y sangre de Cristo, la cual tiene vida eterna. Este acto nos da la oportunidad de que Cristo viva en nosotros.

¿Qué pecados lo impiden?

Como hemos podido notar, debemos estar en óptimas condiciones espirituales y de conciencia para comulgar, en la actualidad existe mucha flexibilidad en las iglesias al momento de comulgar, pero también existe mucha flexibilidad en los feligreses.

Existe la creencia de que por no matar o robar no se encuentran en pecado y realmente esto no es así. San Pablo expresó con fuerza que no todos están en condiciones de recibir la Comunión.

Por lo tanto, tal y como se ha señalado, debemos ser sinceros nosotros mismos, hacer un acto de contrición y analizar si estamos realmente en condiciones espirituales de recibir el cuerpo y la sangre de Cristo al comulgar.

No podemos olvidar que al no encontrarnos en condición de Gracia, estaremos recibiendo al comulgar nuestra propia condenación. Esta afirmación está escrita en el Nuevo Testamento, lo que pone en letras grandes lo grave de comulgar si no estamos preparados para ello.

Cuando leemos Corintios, podemos identificar con claridad que para la época ya existía un señalamiento en referencia, a finales del siglo I y principios del siglo II  se redactó la Doctrina de los doce Apóstoles.

En este documento se da mucho detalle sobre la eucaristía, señalando algunas de las condiciones necesarias para comulgar, a propósito de ello se indica: “Quien sea santo, acceda; quien lo sea menos, haga penitencia”.

Es posible interpretar de la frase anterior que ser santo es encontrase libre de pecados, por ello al comulgar debemos estar purificados, libres de pecados para poder recibir el cuerpo y sangre de Cristo.

Ahora bien, se estarán preguntando cuáles son esos pecados por los cuales debemos pagar penitencia, consideramos que aquí es donde se ha podido prestar a interpretaciones que solo son pecados mortales matar o robar y por ello, actualmente observamos que las personas no se confiesan para comulgar.

Al considerar entonces que son estos los dos únicos pecados que no nos permiten encontrarnos en Gracia para comulgar, existe una equivocada interpretación.

El pecado mortal por supuesto es el más conocido y significativo, corrompe por completo la comunión e indefectiblemente se debe entrar en penitencia para poder comulgar y recibir el sacramento habiendo cumplido con esta condición.

Existe para ello el Código de Derecho Canónico, el cual indica que quien esté consciente de hallarse en pecado grave, no puede celebrar la misa y tampoco puede comulgar, sin antes ir a la confesión sacramental.

Pero en muchas oportunidades existen dificultades para el cumplimiento de esta condición, las cuales impiden realizar la confesión frente a un padre  o sacerdote en la iglesia, en estos casos se debe hacer de corazón el compromiso de que al tener la posibilidad de asistir y cumplir el requerimiento lo hará, pero también es importante realizar el acto de contrición de manera sincera.

Es importante recordar que no existe confesión ni penitencia real si no estamos verdaderamente arrepentidos, la ausencia de sinceridad en el acto impide la santidad en gracia, ¿de qué sirve arrepentirnos por un pecado, si volvemos a incurrir en el mismo pecado por el cual pagamos una penitencia?, en realidad no sirve de nada.

En cuanto a los pecados vienales, es mucho más común que se incurra en ellos, sin embargo, lo que no se puede pretender es que por tratarse de pecado vienal y nadie escapa quizá de cometer alguno, estamos libres de pecado.

Los pecados vienales son considerados poco graves y por ello las personas que incurren no se encuentran privados de la Gracia de Dios, pero es prepotente pensar que estamos libres de pecados.

Los pecados vienales no nos privan de recibir el sacramento, no son realmente un impedimento para comulgar, es decir, no debemos obligatoriamente confesarnos para ser perdonados. Sin embargo, aún estando en Gracia de Dios debemos adjudicarnos una penitencia interior, la cual se incluye en la liturgia.

El pecado vienal es reconocido como la energía necesaria que nos brinda la fuerza para combatirlo, es el compromiso interior de reconocerlo y evitarlo, es por ello que debemos reconocerlos y en la eucaristía se nos da la oportunidad de arrepentirnos de nuestros pecados.

Esta preparación interna nos recuerda que vamos a comulgar, somos unos invitados y realmente no somos dignos de recibirle; estas palabras son en realidad un acto de contrición. La Santa Misa nos permite prepararnos durante su desarrollo, para ser dignos de recibir el cuerpo y sangre de Cristo antes de comulgar.

Como podemos observar, para comulgar hay que estar en gracia de Dios, pero lo cierto es que en ningún momento somos del todo dignos para recibir al Señor. Sin embargo, esto no es una razón para dejar de comulgar, pero debemos procurar comulgar lo más digno posible.

A continuación y para ofrecer una información más completa, señalaremos cada uno de los pecados y sus tipos, recordando que son aquellas acciones consideradas faltas a los designios de Dios, contra el prójimo e incluso contra nosotros mismos.

Es importante señalar que si bien los pecados que vamos a indicar son reconocidos por todas la religiones, es muy posible que existan diferencias en su orden, en la manera como son agrupados e incluso en los tipos de penitencias con lo que pueden ser resarcidos.

Comenzaremos señalando el Pecado Original, el cual según los cristianos es el pecado con que nacemos, en consecuencia de la expulsión de Adán y Eva del jardín del Edén. Es por ello que para comulgar debemos ser bautizados, porque con el bautismo nos retiran el pecado original.

Los pecados mortales son por supuesto los más fuertes, debido a que es una fragante violación a los mandamientos de Dios. Este tipo de pecados son considerados graves, porque nos encontramos en pleno conocimiento de lo que no podemos hacer.

Por lo tanto, al incurrir en acciones que van en contra de la palabra de Dios, lo realizamos con pleno conocimiento e intención de transgredirlos. Los pecados mortales son: el asesinato, la ira desmedida, la avaricia, la herejía, el perjurio, el sacrilegio y la lujuria.

Los pecados vienales son faltas menores que se realizan sin intención, es por ello que son considerados menos graves o malos, en comparación con los pecados mortales.

Los pecados vienales pueden ser perdonados incluso por la persona agraviada y la persona que cometió el pecado puede reflexionar, realizar un acto de contrición y aprender del error. Aprendamos a reconocerlos, ellos son: la pereza, la gula, la ira, la envidia, la avaricia y la soberbia.

¿Se puede comulgar después de tener relaciones sexuales?

Antes de responder a esta pregunta es importante conocer cuál es la visión de los cristianos en referencia a la relación carnal entre un hombre y una mujer.

Cuando un hombre y una mujer se unen, esa unión está llamada a ser imagen y honra de Dios, por ser una comunión entre esas dos personas. Bajo este concepto hombre y mujer, en esa unidad de los dos, están llamados a ser imagen de Dios que es comunión de personas.

El propósito de las relaciones sexuales en el cristianismo además de la unión y consolidación entre los esposos, es la procreación de los hijos, quienes al igual que sus padres serán seguidores de la palabra de Dios.

Cuando los esposos se unen en una relación sexual, la misma no es vista entre esposos como una relación puramente carnal, sino la entrega mutua del amor y de su alma, es un acto de fidelidad y una demostración de su compromiso único con esa persona, por ello, Dios los bendice y es fecundo.

Una relación sexual entonces comienza a ser pecado cuando deja de expresar el amor y la fidelidad entre los esposos. Por lo tanto, cuando se mantiene un relación sexual fuera del matrimonio es un acto que va en contra de la palabra y el compromiso y es por ello que se le considera un pecado.

Siendo este el caso, entonces estamos hablando que no debería usted comulgar si viene de mantener una relación sexual fuera de su matrimonio, debido a que usted ha faltado a la institución, a la palabra y al compromiso que ante Dios juró respetar.

También se incurre en pecado cuando se produce un incesto, es decir, usted no puede hacerse esposo de un familiar con un grado de consanguinidad que hace que esa persona sea su pariente.

La prostitución, ser fanático de la pornografía, incurrir en actos violatorios, en todos estos casos influye la lujuria, por lo tanto, se está incurriendo en un pecado.

De encontrarse en alguno de ellos, usted está lejos de ser apto para recibir el cuerpo y sangre de Cristo, si ha participado en mantener relaciones sexuales alejadas del amor y la entrega conyugal.

Como hemos indicado anteriormente, para comulgar debemos encontrarnos en una condición de vida de gracia, muy bien lo dijo el apóstol San Pablo: «Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor”.

Por lo tanto, la persona que está consciente que viene de mantener una relación sexual que incurre en pecado, debe recibir la penitencia de reconciliación para poder comulgar.

¿Se puede comulgar varias veces al día?

En realidad, no existe una limitación en la cantidad de veces que usted pueda asistir a misa, de hecho todas las personas que por razones de sus servicios deben participar varias veces al día en la Santa Misa, tendrían la oportunidad de comulgar en cada una de las Eucaristías. Sin embargo, sí existe una regulación que señala que no se puede comulgar varias veces al día.

Esta regulación se encuentra contemplada en el Código de Derecho Canónico, el cual como sabemos es el documento donde se encuentra la normativa y las formas de organización de la iglesia católica.

En este código existe un trato especial en referencia a los padres o sacerdotes que deben celebrar varias misas al día, a pesar de que el código indica que los sacerdotes deben celebrar una sola misa al día, cuando hay escasez de sacerdotes y deben por necesidad de atención a los feligreses celebrar varias misas, ellos pueden comulgar hasta dos veces en el día.

Por lo tanto, es lógico pensar que los feligreses solo deben comulgar una sola vez al día, considerando la única posibilidad luego de haber asistido a la santa Misa, encontrarse en Gracia y haber comulgado. Pero a un fiel se le permite comulgar de nuevo el mismo día, si participa en otra misa o si se encuentra en peligro de muerte.

Entonces, la iglesia limita que las personas puedan comulgar más de dos veces al día, en principio sus fundamentos son el respeto a la eucaristía, sin embargo, debemos asumir también que la grandeza y la pureza de nuestro Señor Jesucristo es tal, que recibirla una vez es más que suficiente.

Además hay que acotar que por comulgar varias veces al día, no seremos menos pecadores, ni más santos si comulgamos más de una vez, cuando asistimos a misa.

Sería maravilloso poder asistir a misa diariamente y aún así se aconseja comulgar una vez a la semana, para ir bien preparados, que estemos realmente en comunión y bajo la Gracia de Dios, confesos de corazón, de modo que podamos recibir el cuerpo y sangre de Cristo de la mejor manera.

También es posible entender a las personas que desean comulgar más de dos veces al día y podemos suponer que se deba al hecho de sentir el inmenso amor de Dios Padre, la unión y la estrecha relación que se fortalece entre ambos.

Posiblemente esta sea la razón que los motiva o impulsa a desear comulgar varias veces al día. Sin embargo, como hemos indicado, no está permitido y en realidad no es necesario.

La importancia de Comulgar

Comulgar implica un inmenso beneficio para los fieles cristianos, ya que la Eucaristía nos ayuda a aumentar la fe, fortalecer nuestra esperanza y reconocer que podemos vivir en caridad, tal y como lo hacía nuestro amado Jesucristo.

Cuando recibimos el cuerpo y sangre de Cristo, nos llenamos de Jesús, por lo tanto es garantía de Gloria, al recibir la comunión en las condiciones de vida de Gloria, estamos en el camino de recibir el regalo de la vida eterna.

Sin darnos cuenta, nuestras virtudes se fortalecen y llegamos a ser personas de bien, piadosos, generosos, comprometidos con la palabra divina, por lo tanto, la palabra de Dios pasa de ser afectiva, a hacerse efectiva en nuestro actos.

Consagrarnos en la eucaristía nos permite borrar los pecados vienales que cometemos sin intención, lo que nos ayuda a crecer y desarrollar nuestra vida en Gracia, recibimos perdón y nuestro paso por el purgatorio será corto y sin sufrimientos.

Comulgar nos permite reconocer nuestros pecados y en consecuencia cada día nos hacemos menos pecadores, haciéndonos fuertes a las tentaciones, y estar más pendientes de no cometer los mismos errores.

En resumen, debemos confesarnos para comulgar, quien haya incurrido en un pecado mortal debe pagar penitencia para recuperar la Gracia y poder comulgar.

Debemos ser dignos de recibir el cuerpo y sangre de Cristo, por ellos debemos ser honestos de corazón y preparar nuestro cuerpo, alma y espíritu para que pueda morar en nosotros con la dignidad que Él merece, por el sacrificio realizado por todos nosotros en la Cruz.

Debemos recordar que Comulgar no es un premio que hemos ganado, es un inmenso regalo que nos dejó Jesús, entonces debemos recibirlo con el valor que merece.

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