El auspicio era una práctica común de los tiempos antiguos que consistía en predecir hechos futuros a partir de supuestas señales que transmitían las aves. Conoce acerca de se trata el auspicio, su historia y cómo se originó, qué tipos de auspicios existían y sus características de acuerdo con el vuelo o el cantar del ave en cuestión.
¿Qué es el auspicio?
Dentro del misticismo de eras remotas se conocía como auspicio a un tipo de adivinación mediante la cual una persona con los dotes especiales recibía señales de las aves, las cuales interpretaba, proporcionando información al que lo solicitaba sobre hechos futuros.
Fue una práctica muy común en la antigüedad y era profesada por adivinos, llamados augures, quienes eran una especie de sacerdote reconocidos por la sociedad de la Antigua Roma, que practicaba oficialmente la adivinación.
Se dice que los augures tenían dones especiales para captar de las criaturas que volaban en el cielo señales precisas según su comportamiento, lo cual le permitían hacer predicciones tanto positivas como negativas.
No obstante, algunos expertos aseveran que no se trataba realmente de una predicción de eventos futuros, sino de una señal que enviaban los dioses expresando su aprobación o desaprobación por una acción determinada.
Los auspicios estaban regidos por el Ius auspicii, que formaba una parte del Ius augurale, que era la ley inaugural o de los augurios, y que se refiere a la manera adecuada de llevar a cabo un ritual para efectuar debidamente la toma los auspicios.
En esos tiempos ancestrales, no se podía ejercer ninguna acción pública o privada sin haber consultado previamente a los auspiciantes o augures.
Por tal motivo, los gobernantes de entonces tomaban sus decisiones a partir de lo que le anunciaban en el auspicio. Se recomienda conocer también de Hinduismo.
El auspicio es, pues, un tipo de presagio, como una noción que se profesaba en aquellos tiempos, mediante el cual se hacían vaticinios generales, predicciones particulares o pronósticos por una circunstancia repentina.
El término “auspicio” proviene del latín Avís, que significa “ave” y del verbo spicio, que se traduce “ver”, mirar”, formando el vocablo auspicium, el cual literalmente denota a “el que mira a los pájaros”.
Estas predicciones surgidas del auspicio se sucedieron en épocas primitivas cuando se iniciaba la relación del hombre con la magia. Te interesará saber de Dioses del Budismo.
Mitológicamente se ha dado cuenta de la adivinación del futuro como la que llevaba a cabo el célebre Calcas, quien fuera un poderoso adivino de la mitología griega, cuyos augurios a través de las aves, guiaba a Agamenón, el distinguido héroe de la mitología griega, en sus proezas para guiar al ejercito heleno durante la famosa Guerra de Troya, según lo relata el célebre escritor Homero en su poema épico de La Ilíada.
Historia del auspicio
La historia del auspicio revela diversos aspectos que sustentan muchas acciones por parte de líderes y gobernantes reconocidos del mundo antiguo, que se llevaron a cabo a partir de él.
Asimismo, muchos héroes, gobernantes y personalidades basaron su poderío, por la sabiduría que decían obtener por el auspicio.
Orígenes
Los auspicios se remontan al inicio de la enseñanza mística, de la magia oculta o de la que se impartía en las famosas escuelas de misterio del Antiguo Egipto.
Estas escuelas funcionaban de manera similar en lo que a delegar secretos tal como se hace en la masonería actual.
En las escuelas de misterio, los sacerdotes más elevados buscaban en todo el Imperio niños muy pequeños que poseyeran dones y habilidades especiales, así como agilidad mental, que los hacían candidatos idóneos para esas funciones de proporcionar augurios, motivo por el cual los reclutaban e incorporaban a las escuelas de misterio.
Allí eran educados y entrenados en las artes místicas y ciencias ocultas y, a medida que iban obteniendo experiencia y sabiduría, eran transferidos entre los distintos templos cada vez con mayor nivel de exigencia, en donde se les iban enseñando y adentrando en los misterios cada vez más elevados.
Esta práctica pasó al Imperio romano, en donde adaptaron las escuelas de misterio a su entorno y a su forma de administrar estas instituciones.
Todo ello proviene desde el mismo comienzo de la relación del hombre con la magia, cuando éste buscó maneras de ampliar su conciencia y profundizar en la sabiduría.
En aquellos tiempos, las personas con mayor conciencia dentro de las tribus, que mostraban ser seres especiales, terminaban siendo los chamanes de la tribu, quienes lograban ampliar su conciencia a través de trances, bailes, música o sustancias alucinógenas, siempre buscando un más alto nivel de conciencia.
Otras veces, se solía decir que los chamanes entraban en contacto con seres del más allá, los cuales les enviaban mensajes y les ayudaban a tener una mayor conciencia de ese más allá, así como de lo que no era evidente o de lo que aún no había ocurrido.
Toda esa cultura tribal desembocó en las escuelas de misterios y en lo que hasta el día de hoy sigue funcionando.
En el Imperio romano, cualquier acción, proyecto o empresa, bien sea un negocio público o uno privado, que se quisiera llevar a cabo, incluso para la celebración del matrimonio, debía cumplir ciertos requisitos municipales entre los que se incluía el contratar el servicio de un augur, el cual se modificaba y adaptaba de acuerdo con los objetos y maneras en que se practicaban.
El augur era capaz de ver el futuro a través de ciertas técnicas, relacionadas mayormente con animales, y estar en contacto con ciertas entidades superiores, que le transmitían un vaticinio o augurio en cuanto a si lo que se iba a emprender iba a ser beneficioso o no.
Con ese requisito del augurio, la persona obtenía el permiso para inaugurar o llevar adelante la empresa o proyecto que se había planteado.
El auspicio constituía en la antigua Roma una señal de los dioses, que gracias a los augures, podía ser interpretado y tomar entonces la debida acción.
El augur procedía a realizar un ceremonial al que se le solía llamar “tomar los auspicios” y es entonces cuando ejecutaba las pautas que le enviaban las aves en el cielo.
Según el tipo de pájaro, el auspicio de los dioses podían ser favorables o auspiciosos o desfavorables o inauspiciosos.
Los auspicios eran ejecutados en el campo y, dependiendo de lo que se ha de indicar, se hacían observaciones del canto de las aves o de las ramas de los árboles a las solían acudir, o de su forma de volar, de comer y beber y de todo el simbolismo involucrado en el proceder de los pájaros.
Para el ceremonial del auspicio el augur vestía la toga auguralis o trábea, signo indicativo de que iba a llevar a cabo su ministerio.
Se subía al punto más alto del auguraculum, nombre usado en Roma para designar los sitios para practicar la adivinación y diversos rituales, y desde allí hacía sus observaciones.
Se volvía hacia la parte de Oriente, señalaba con el lituus o bastón augural el templum una parte del cielo, pronunciando la frase partiri telzn el tabernaculum capere, con lo cual dividía el cielo en cuatro partes.
Ofrecía sacrificios a los dioses para lo cual se cubría la cabeza con sus vestiduras, seguidamente el augur por el sedere augurem, ocupaba su asiento en disposición de observar detenidamente los pájaros que aparecieran en su forma de volar, cantar y en qué lado de la parte llamada templum se encontraban.
El sitio o auguraculum, elegido para efectuar la adivinación revestía gran relevancia y reputación, sobre todo si se trataba de una consulta de elección de magistrados.
Así, si el augur dijera simplemente tabenaculum captum, ello significaba que el lugar no fue escogido con la debida solemnidad, para que dichos comicios quedaran anulados.
Si, por el contrario, al efectuar la ceremonia, decía annuntiare, ello era indicativo de un buen pronóstico, mientras que si pronunciaba obnuntiare, indicaba todo lo opuesto.
Los conocedores de la temática señalan que los augures proferían estas frases según su capricho, dependiendo de sus intereses o de las intenciones de los magistrados en cuanto a las preguntas que le harían al pueblo, dando los resultados a los concertantes previamente, informando al pueblo que se prorrogó la consulta otro día, pues las predicciones no eran positivas.
Estos vocablos obnuntiare u obnuntiatio fueron abolidos por el tribuno P. Clodious en 650 a. C. al conocerse los abusos de los augures.
Así también se prohibió tomar los auspicios y observar al cielo en época de elecciones y se estuvieran congregando en lugares encubiertos para tratar asuntos de carácter público.
Fueron muchos los casos de sobornados por motivos políticos y fabricaban auspicios desfavorables con el fin de entorpecer o retardar alguna acción o función estatal, como las elecciones.
Los augures tenían conocimientos secretos o dones, que podían compartir solo entre sus pares, por lo que se vieron en la necesidad de agruparse en “colegiaturas” y trabajaban mancomunadamente y de allí crecieron a dimensiones mayores llamadas “universidades”. Escribían en el Libro de los Augures, en el que codificaban la manera de interpretar correctamente sus designios.
Si se trataba de un nivel de más nobleza o de mayor rango político o social, debía consultar a un “pontífice”, quien también era un augur, pero de un nivel más elevado con un conocimiento oculto mayor y de más poder, cuyo líder se llamaba magnum, que podía ser el mismo rey del imperio, en cuyo caso se le decía el “sumo pontífice” y que vivía en Roma y que muchos expertos de la materia señalan que es el mismo cargo que hoy conocemos del Vaticano.
En esas épocas pasadas, por lo general, los augures y los pontífices pedían sacrificios muchas veces de animales y otras veces de personas, a veces voluntarios, otras veces no, para otorgar los auspicios.
Los adivinos o augures llevaban en su cabeza una corona de laurel, árbol consagrado al dios Apolo, y un ramo del mismo árbol en la mano y solían masticar sus hojas, aun cuando su alimento eran los órganos vitales de animales proféticos como la cabeza de los cuervos o de buitres.
Posición del augur en la sociedad
Tal como se ha señalado, en la antigua Roma, la designación o nombramiento de cualquier magistrado, así como las decisiones tomadas en la asamblea popular o el progreso de cualquier campaña siempre debía contar con un auspicio positivo.
No ocurría así en Grecia, en donde los oráculos eran los encargados de desempeñar el rol de mensajeros de los dioses. En Roma se llevaba a cabo a través de los pájaros que interpretaban la voluntad de Júpiter.
De manera tal que los auspicios mostraban a los romanos lo que debían o no debían hacer y no se daba ni se pedía ninguna explicación de la decisión tomada, excepto que era la voluntad de los dioses, por lo que todos acataban y ejecutaban cualquier acto público previa consulta a los auspicios.
Se creía que si un augur cometía un error en la interpretación de los signos, o vitia, se consideraba ofensivo para los dioses y a menudo se decía que tenía efectos desastrosos a menos que se corrigiera.
Así, por ejemplo, las elecciones, la aprobación de leyes y el inicio de guerras se dejaban en suspenso hasta que el pueblo estaba seguro de que los dioses estaban de acuerdo con sus acciones.
Los hombres designados como augures, tenían la responsabilidad de interpretar estos signos, revelando la voluntad de los dioses. De forma similar a los registros de los precedentes de la corte, los augures mantenían libros que contenían registros de signos pasados, los rituales y oraciones necesarios y otros trucos de su oficio para ayudar a otros augures e incluso a los miembros de la aristocracia a entender los fundamentos del augurio.
No obstante, se sobreentendía que los augures en sí mismos no eran los que tenían la última palabra, aun cuando tenían el poder de interpretar los signos.
Era en una última instancia la responsabilidad del magistrado de ejecutar las decisiones en cuanto a las acciones futuras. También se esperaba que los magistrados entendieran las interpretaciones básicas, ya que a menudo se esperaba que tomaran los auspicios siempre que emprendieran cualquier asunto público.
Hasta el 300 a. C. sólo los patricios, descendientes de los fundadores de Roma, que se agrupaban en gentes, familias con un antepasado común, podían convertirse en augures.
A las asambleas plebeyas se les prohibía tomar augurios y, por lo tanto, no tenían ninguna información sobre si una cierta ley, guerra o festival debía ocurrir.
El propio Cicerón, un augur, cuenta cómo el monopolio de los patricios creó una barrera útil para la invasión de los populares.
Sin embargo, justo en ese 300 a. C. una nueva ley, llamada Lex Ogulnia, aumentó el número de augures de cuatro a nueve y exigió que cinco de los nueve fueran plebeyos, concediendo por primera vez la capacidad de interpretar la voluntad de los dioses a las clases bajas.
Con este nuevo poder no sólo era posible para los plebeyos determinar la voluntad de los dioses a su favor, sino que también era posible para los plebeyos criticar las interpretaciones injustas de los patricios.
Los augures
Los augurios como método de adivinación han existido desde la fundación de Roma y fueron un ritual que les llegó por intermedio de los griegos y etruscos, que lo obtuvieron, a su vez, de los egipcios y lo ejecutaban los augures con dones especiales para ello.
Según la tradición, los etruscos, provenientes de la región de la Toscana en Italia, recibieron este arte de la adivinación de Tarchies, dios de la sabiduría, hijo de Tinia.
Un augur era un funcionario romano que debía averiguar si una empresa planeada por el Estado o por un pater familias o jefe de familia era aceptable para los dioses.
Así, proclamaban la voluntad de los dioses, que les enviaba el augurio del vuelo y los gritos de los pájaros y otros animales.
Al respecto, el mismo el extraordinario historiador romano Tito Livio informó que era bien sabido que en Roma no se tomaba ninguna decisión en la guerra y la paz sin consultar antes al augurio.
El augur no es en el sentido romano un sacerdote propiamente dicho, por lo tanto no era un funcionario regular con la tarea de llevar a cabo ceremonias de sacrificio. Sin embargo, el augurio podía ser tomado por los sacerdotes en el sentido de una acumulación de oficios. Los augures tenían como signo un báculo o lituus, con el cual hacían sus señalamientos.
Según lo señalado, los augures con su báculo o vara acudían a una zona despejada del campo de forma cuadrada, a la que se llamó templum, en donde se orientaba hacia el este para la observación.
Allí, se inspiraba en contemplación del cielo, prestando atención a los diferentes signos que le transmitía el entorno en espera de las señales de los pájaros.
Entre los signos se distinguían dos clases principales:
La auspicia impetrativa, que se refería a los “signos solicitados”.
Antes de dar inicio a algún acto público, que podría ser llamar a una comitiva, iniciar una batalla, entre otros, un magistrado consultaba a los dioses “tomando los auspicios”.
Esto consistía en la observación de las aves. Los propios magistrados realizaban estos “auspicia impetrativa”, y les correspondía a ellos determinar cómo interpretar lo que veían.
A este respecto, los augures cumplían dos funciones: podían ser consultados por los magistrados sobre cualquier cuestión relacionada con los auspicios, y los augures se encargaban de crear e inaugurar los auguracula, que eran los espacios en y desde los que se tomaban los auspicios.
Dentro de la propia Roma existían tres auguraculas permanentes: en la ciudadela, en el Palatino y en el Quirinal.
También se establecieron auguraculas en otras ciudades y en campos militares. Las auspicia impetrativa eran de alcance limitado, y sólo indicaban la simple aprobación o desaprobación por parte de los dioses de un curso de acción específico que un magistrado se proponía emprender.
Estos auspicios también estaban limitados en el espacio y en el tiempo, ya que eran válidos sólo para un día y sólo hasta que el magistrado cruzara ciertos límites, como el que existe entre el Campus Martius y la ciudad propiamente dicha, la amnis Petronia. Una vez que se cruzaba tal límite, había que volver a tomar los auspicios.
La auspicia oblativa, que indicaba los “signos desfavorables”.
Mientras que la auspicia impetrativa fue iniciada por los magistrados, la auspicia oblativa fue manifestada por los mismos dioses. Cualquier evento humano o natural aparentemente significativo o inusual podía ser visto como un auspicium oblativum.
El más extremo de ellos podría ser considerado como un prodigio. La auspicia oblativa podía ser observada por un magistrado directamente, o podía ser puesta en conocimiento de un magistrado. Salvo en el caso frecuente de los prodigios, el magistrado podría decidir aceptar o rechazar el auspicium oblativum.
Además, había cinco tipos diferentes de signos, uno de los cuales era ex quadripedibus (“de los cuadrúpedos”), lo que indicaba que la restricción a las aves era un estrechamiento de los tiempos posteriores.
Los augures se organizaban en un colegio sacerdotal que supuestamente había sido fundado por Rómulo o Numa Pompilio. Originalmente, el sacerdocio estaba allí para pedir un aumento de la cosecha o un incremento del bienestar del estado.
Más tarde los auspicios etruscos, los intérpretes del hígado, asumieron la función de los augures.
Auspicios más famosos
Uno de los auspicios más reconocidos es el relacionado con la fundación de Roma, que realizaron Rómulo y Remo.
Según lo que narra la leyenda, para fundar la ciudad, al llegar al Palatino, la más céntrica de las siete colinas de Roma, y la de menor elevación, los hermanos discutieron sobre el lugar donde querían exactamente establecer la ciudad y estuvieron de acuerdo definir dicho sitio mediante el auspicio.
De esta manera, estarían probando sus cualidades y habilidades de buenos augures, así como también complaciendo el deseo de los dioses.
En tal sentido, cada uno quiso demostrar su capacidad de augur para efectuar tal tarea, de manera que se sentaron en el suelo, separados entre sí a hacer sus observaciones del cielo. Al momento, Remo vio seis buitres y Rómulo observó el doble, según lo referido por Plutarco, también conocido como Plutarco de Queronea, un historiador, biógrafo y filósofo moralista griego.
Hicieron luego la debida interpretación de este auspicio que les indicó el lugar ideal para Roma: en el fácilmente fortificable monte Aventino, una de las siete colinas sobre las cuales se construyó la antigua Roma.
Consideraron que esta colina constituía un punto estratégico desde el cual poder controlar el comercio sobre el río Tíber. Tiempo después, en el año 1000, la ciudad pudo ser completamente fortificada.
Al poco tiempo, Rómulo recurrió nuevamente a los auspicios para establecer el punto donde estarían colocados los cimientos de Roma. A tal fin, mediante una ley prohibió a cualquier funcionario que aceptara empleos o cargos públicos, inclusive la propia dignidad real, hasta tanto no estuvieran dados los los auspicios favorables para la construcción.
Otro auspicio muy conocido entre los romanos era el de observar también algunos animales estando heridos de muerte y mediante el auspicio analizaban el comportamiento que tenían antes de morir, la forma que caían al suelo o los sonidos que emitían con sus últimas fuerzas, lo que les evidenciaba vaticinios poderosos.
También el auspicio de la trayectoria marcada por picas, flechas y dardos que lanzaban los romanos por el aire, les permitía pronosticar el final que tendría una determinada batalla.
De todos es conocido, la explotación animal que ha sido parte de nuestra historia desde tiempos inmemoriales, de allí que sean parte de esta disciplina adivinatoria. Para ello se ataban a dos animales para ver que comportamiento adoptaban en su deseo por separarse y así predecir su destino y si chocaban entre sí, significaba que el futuro no ofrecía buenas perspectivas.
Tipos de auspicios
Según la naturaleza del auspicio y de los efectos que pudiera generar se establecieron varios tipos de auspicios, que brevemente se indican a continuación.
Ex acuminibus
Estaba referido a aquel auspicio que se interpretaba siguiendo los giros que hacía la punta tanto de los dardos, como de las flechas y picas lanzados por el aire, prediciendo si la contienda tendría o no resultado favorable.
Algunos historiadores y mitólogos señalan que en ocasiones la adivinación se hacía por las descargas eléctricas de las puntas de las armas, tal como se refiere en el texto en prosa de Cicerón, De Divinatione, Cic., Div. 2.77.
Juge
Este auspicio daba cuenta de los eventos que podrían resultar infortunados e incluso dolorosos si en la observación de los pájaros si se apreciaban que los dos animales uncidos chocaban entre sí.
Liquidum
Este era el auspicio que se tomaba cuando el cielo se veía claro y despejado.
Pedestre
Se obtenía de los cuadrúpedos.
Piaculare
Se le consideraba el más funesto de los auspicios, porque la víctima, o había huido del altar o había mugido después de estar herida o, finalmente, había caído de distinta manera de la que convenía.