El Vía Crucis es el recorrido que realizó nuestro Señor Jesús desde el momento en que fue capturado hasta su muerte en la cruz y su posterior sepultura. En el siguiente Vía Crucis para niños aprenderemos cómo acompañar a Jesús siguiendo el mismo camino que él, cargando con la cruz a cuestas por su infinito amor hacia la salvación de la humanidad.
Vía Crucis para niños: El camino de la cruz
El Vía Crucis es una tradición católica, en ella se recrean los diferentes momentos que vivió nuestro Salvador, Jesús de Nazaret, desde que fue capturado por el Ejército Romano hasta que llegó al sitio de crucificción, para que luego finalmente su cuerpo se depositara en el sepulcro designado para él, sin embargo y a pesar de que la entrada era custodiada por los guardias del Imperio Romano, resucita y sube en cuerpo y alma al cielo.
De manera tradicional, cada una de las estaciones del Vía Crucis son conocidas también como las ‘Estaciones de luz’ y la ‘Vía Dolorosa’, mientras que la meditación de cada una de ellas, junto con las oraciones correspondientes, constituyen un acto de piedad, un camino que nos lleva hacia el reconocimiento y la reflexión de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo.
Las estaciones del Vía Crucis representan a través de una serie de escenas, la pasión que sufrió Jesucristo, describiendo los incidentes tal y como ocurrieron según el catolicismo. Los mismos están basados en un compendio de relatos que provienen de los hechos narrados por los apóstoles y otros relatos contados de manera tradicional desde la época en que sucedieron.
En el Vía Crucis existen 14 estaciones y en cada una de ellas se fija un pasaje de la pasión; cuando se pone en práctica la devoción del Vía Crucis, después de la exposición del propuesto representado en los momentos de dolor y agonía del Señor, se procede a la meditación, muchas veces silenciosa con el objetivo de contribuir con la consideración de los hechos ocurridos en esta parte de la vida de Jesús.
Después de haber realizado la meditación correspondiente de la estación del Vía Crucis, se procede a realizar las preces, es decir comienzan los cánticos, plegarias y rezos para alabar a Dios con piezas musicales acordes al momento que se está realizando en la actividad.
La tradición de realizar el Vía Crucis comenzó en Jerusalén; la Vía Dolorosa tiene ciertos lugares de relevancia en los que se llevó a cabo la pasión y muerte de Jesús, estos lugares fueron marcados con el objetivo de contribuir con la devoción de los fieles, de hecho, hacer el Vía Crucis en estos lugares sagrados se convirtió en la meta de muchos peregrinos desde los tiempos de los primeros cristianos.
Iniciando la fe en los niños
Es importante explicarle a los niños lo que significa la práctica de esta tradición cristiana, ya que contiene los momentos culminantes de la vida de Jesús en la tierra, lo que sufrió nuestro Señor por nosotros, para que nos fueran perdonados los pecados cometidos.
El Vía Crucis es literalmente el camino de la cruz, lo cual tiene un significado que trasciende de lo meramente físico, el sufrimiento en sí es parte de la historia del Hijo de Dios en la tierra, él tuvo que sufrir en carne propia para interceder por la humanidad y lograr la indulgencia de Dios Padre Todopoderoso, pero también es relevante contarle a los pequeños lo que representan para nosotros los actos descritos en cada una de las estaciones.
Es por esto que debemos llevarles el concepto de recorrer el camino de Jesús como la oportunidad de reflexionar sobre nuestro propio comportamiento, en el contexto actual que estamos viviendo, para lo cual es importante hacer una relación de lo que se expresa en la descripción de las estaciones y nuestra propia vida, siempre con la intención de llevar un camino mejor según las enseñanzas de Jesús.
¿Cómo se empieza?
El Vía Crucis es una muestra del deseo fervoroso en cada uno de nosotros, adultos y niños, de realizar el recorrido de la Vía de la Cruz, desde que estaba en la presencia de Poncio Pilatos hasta su posterior muerte y traslado del cuerpo al sepulcro.
Al reflexionar sobre el Vía Crucis del Hijo de Dios en la tierra, nos hacemos conscientes de que cada paso, cada gesto, cada acción y cada palabra que se produjo mientras Jesús estaba atravesando la peor de las agonías, son enseñanzas de humildad, amor y devoción, que constantemente nos hablan de la infinita misericordia de Dios y la posibilidad de la redención de nuestros pecados.
Para comenzar debemos tener un momento de reconocimiento y devoción, donde de forma introspectiva, acompañamos a Jesús en su camino por la vía dolorosa, con nuestro corazón dispuesto y con la ferviente intención de acercarnos al Señor.
Luego de hacer una pausa silenciosa en señal de respeto, comenzamos a recitar la siguiente oración, antes de dirigirnos a la primera estación del Vía Crucis.
Oración inicial
“Señor Jesucristo, colma nuestros corazones con la luz del Espíritu Santo, para que podamos seguirte en tu último camino, conscientes sobre el precio de nuestra redención, y seamos dignos de participar en los frutos de tu pasión, muerte y resurrección.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos… Amén”
San Juan Pablo II
Al comienzo de la meditación frente a cada estación, comenzamos diciendo en voz alta:
“Te adoramos, Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo”
Después de la oración, los cánticos y la lectura correspondiente para cada estación, tradicionalmente se continúan con un Padrenuestro, Un Ave María y un Gloria al Padre, oraciones de alabanza a la excelsa misericordia de Nuestro Padre Eterno.
Primera Estación: Jesús es condenado a muerte
En esta estación el Procurador de los Romanos y la mayor autoridad en la provincia conocido como Poncio Pilatos, condena a muerte a Jesús de Nazaret, a pesar de ser inocente, cada vez que pecamos es como si condenáramos a Jesús nuevamente.
Así lo dice el Evangelio Según San Juan (19,16) “Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Y tomaron a Jesús y se lo llevaron“.
Los miembros del Sanedrín creían que Jesús era un reo que merecía la pena de muerte, pero como ellos no tenían el poder dentro de la Provincia para ejecutar a nadie, lo llevaron desde el lugar donde compareció ante Caifás al pretorio del Procurador.
Pilatos no encontraba razones suficientes que justificaran una pena de muerte para este reo, que no era violento, no tenía crímenes y ni siquiera se defendía de quien lo acusaba falsamente, por su mente se cruzó la idea de liberarlo, pero el pueblo al estar instigado por los líderes religiosos lo presionaba, gritaban enardecidos: “Crucifíquenlo”; así que para evitar más inconvenientes y posibles revueltas, sentenció a Jesús a ser crucificado hasta morir.
Segunda Estación: Jesús lleva la cruz sobre sus hombros
La segunda estación del Vía Crucis nos hace reflexionar sobre el amor de Dios por la humanidad, su hijo Jesús llevaba cargando la pesada cruz por todos nuestros pecados y nuestra falta de fe.
Luego de que Pilatos lo condenara a muerte, Jesús sufre vejaciones, maltratos y burlas de todo tipo por parte de los soldados romanos, quienes llegada la hora lo hicieron caminar ya casi sin fuerzas, cargando sobre su espalda una enorme cruz, la cual sería su propio lecho de muerte.
Jesús de Nazaret, ya con sus últimas fuerzas, le da cumplimiento a las promesas del Padre eterno y según la voluntad del altísimo carga sobre sí mismo los pecados del mundo con el único objetivo de la redención a través del sacrificio.
Según el Evangelio de San Juan (19, 17): “Jesús salió llevando la cruz, para ir al lugar llamado “De la Calavera o Gólgota”.
Tercera Estación: Jesús cae por primera vez
En la tercera estación nos encontramos a un Jesús muy debilitado, agotado por los latigazos, los golpes que le propinaban los soldados y el peso de la cruz; no obstante se levanta otra vez con dificultad, para dar ejemplo de fuerza y confianza ante la adversidad.
A pesar de nuestros pecados, debemos siempre permanecer fuertes en la fe, según las enseñanzas del maestro Jesús, a veces no podemos evitar enfrentar las desgracias en la vida, pero no debemos permanecer postrados, al contrario, debemos levantarnos con la ayuda de Dios.
La palabra de Dios nos habla: “Señor protégeme de los violentos, de quienes tienden trampas para hacerme caer” (Salmo 104, 4)
Cuarta Estación: Jesús encuentra a María
La cuarta Estación del Vía Crucis nos habla de la terrible situación en la que se encuentra Jesús, además de la agonía física, debió soportar a una multitud que le gritaba insultos, le escupía y se burlaba de su sufrimiento.
La Virgen María lo acompañaba, triste y afligida, en su propio dolor ve reflejadas las heridas de su hijo, quiere trasmitirle amor y consuelo con su mirada, resignación en la fe y en la voluntad del Altísimo. María está padeciendo de corazón junto a su hijo el sacrificio de este, por aceptar su misión redentora para todos los que crean en Él.
La palabra de Dios lo expresa en el Evangelio de Lucas (1, 34): ” Simeón le dijo a María: una espada traspasará tu alma”.
Quinta Estación: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la Cruz
En la quinta Estación se representa a un Jesús que lucía muy débil, ya casi no podía continuar, así que los soldados ante la posibilidad de que el condenado a muerte sucumbiera antes de completar su sentencia, buscaron entre la multitud a un sustituto.
El centurión escogió a Simón de Cirene, quien era un campesino que podía llevar la cruz el camino que faltaba antes de llegar a Gólgota. Este acto nos invita a la reflexión de caminar por nuestra propia existencia abrazando la fe y tratando de seguir los pasos de nuestro Señor.
En el Evangelio nos dice la palabra de Dios: “Obligaron a un cierto Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, para que llevara la cruz de Jesús”. (Marcos 15, 21)
Sexta Estación: Una mujer piadosa seca el rostro de Jesús
La Sexta Estación hace referencia a una mujer que siente compasión por la horrible escena de un Nazareno con el rostro desfigurado por el dolor de los golpes recibidos, con heridas abiertas y sangrantes, que aún con todo el sufrimiento que estaba experimentando se seguía levantando, para acercarse con un lento caminar a su muerte cruel.
Esta mujer sale de entre la multitud que presencia el sufrimiento de Jesús, se le acerca a nuestro Señor y decide limpiarle la cara de sangre, sudor y sucio, sin que el miedo la paralizara, ella simplemente quería darle un último gesto de respeto al hijo de Dios.
La mujer que tuvo este gesto se llamaba Verónica y el Señor como respuesta a tan noble acción, le dejo grabada en la tela la imagen de su Santo Rostro.
El Salmo 27 del Evangelio nos dice:
¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
Mi corazón sabe que dijiste:
“Busquen mi rostro”.
Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda;
no me dejes ni me abandones,
mi Dios y mi salvador”
Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez
Jesús tomó de nuevo la cruz para completar el camino que le faltaba hasta el Monte del Calvario, era una ruta difícil, por una calle empinada que llegaba a las puertas de la ciudad, al llegar a este punto su cuerpo colapsa y por segunda vez cae por el peso de la Cruz.
Con voluntad firme logra reunir fuerzas para levantarse y proseguir su dificultoso camino; esta imagen nos muestra lo frágil de la condición humana, la cual necesita que el Espíritu Santo le sostenga mientras lleva su propia cruz a cuestas.
La cruz cada vez se hace más pesada para el Nazareno, al caer su cara se golpea con el suelo, pero esto no le hace desistir de su cometido, para él no es grave caer, sino sentirse derrotado y no tener la intención de volver a levantarse. El amor de nuestro Padre creador nos llena de fuerza para lograr ponernos de pie una y otra vez.
En el Evangelio podemos leer “Todos andábamos perdidos, como una oveja sin Pastor, y el Señor cargó sobre Él, todos nuestros pecados” (Marcos 6, 34).
Octava Estación: Jesús consuela a las mujeres que lloran por Él
Cuando Jesús caminaba en su ruta por la Vía Dolorosa, lo seguía una multitud que se aglomeraba alrededor del camino, unas mujeres sentían compasión por Él, en medio de su dolor se lamentaban del sufrimiento por el cual estaba atravesando.
Jesús de Nazaret, se dirigió a ellas diciendo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mi; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos” (Lucas 23, 27)
Dándoles a entender con estas palabras, que si esta era la suerte del justo, ya podían imaginarse cómo sería la ira de Dios con los culpables. Entre estas palabras se deja ver que lo más necesario para la humanidad es la conversión en los hombres, dando una lección sobre el Santo temor de Dios.
Novena Estación: Jesús cae por tercera vez
En esta Estación Jesús llega al Gólgota, ya está muy cerca el momento en que va a ser brutalmente crucificado, cuando llega cae exhausto por tercera vez, ya sin fuerzas para poder levantarse. Mantiene firme su convicción de dar cumplimiento al mandato divino, llegando al lugar donde sería crucificado en un estado de total agotamiento y dolor.
Este momento nos hace reflexionar sobre la importancia de seguirlo, con nuestra propia cruz, tratando de levantarnos cada vez que el pecado nos haga caer, y entregándonos en las manos del Padre Celestial con un corazón limpio y dispuesto, a una vida de sacrificio, amor y servicio a los demás, sin esperar recompensa alguna, solo por seguir de verdad las enseñanzas de Jesucristo.
De la palabra de Dios, en el Evangelio según San Mateo (11, 28); “Vengan a mi todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviare. Carguen sobre ustedes mi cruz y aprendan de mi que soy manso y humilde de corazón“.
Décima Estación: Desnudan a Jesús de sus vestiduras
En la décima Estación Jesús de Nazaret está en el momento previo a su crucifixión, el panorama es sombrío, los soldados en medio de burlas y golpes, le dan a beber vino mezclado con mirra; el objetivo de esto era cumplir con la tradición que le daba un poco de alivio al dolor del condenado, antes de ser cumplida la sentencia, pero este reo es especial, es inocente, es el Cordero de Dios que está cumpliendo la voluntad Divina.
Jesús probó la bebida pero no quiso beberla, en su ser está la convicción de cumplir con su máximo sacrificio teniendo plena lucidez y conciencia. Después de esto, los soldados procedieron a despojarlo de sus ropas ya rasgadas y manchadas con la sangre de sus sagradas heridas, después de que el condenado muere, se las reparten entre los soldados.
En el Evangelio lo podemos leer claramente: “Y los soldados echaron suertes para repartirse la ropa de Jesús y ver qué se llevaría cada uno” (Mateo 27, 35)
Undécima Estación: Clavan a Jesús en la cruz
Llegó el momento terrible de ser crucificado; Jesús es violentamente colocado sobre la cruz, sostienen sus brazos y de la manera más horrible, le atraviesan las manos con grandes clavos de hierro que lo fijan a la cruz, lo mismo sucede con sus pies.
Luego de haberle dado tan doloroso martirio, los soldados levantan la cruz en lo alto y la imagen de Cristo es estremecedora. Colgado solo de los clavos, sus heridas estaban abiertas y sangrantes, estaba apoyado en un travesaño que colocaron en medio del palo vertical, sobre su cabeza le colocaron a manera de burla un cartel que decía “Jesús de Nazaret, Rey de Los Judíos”.
Ese fatídico día se levantaron tres cruces, a cada lado de él estaban crucificados un par de ladrones, pero Él siendo inocente estaba en medio de ellos, ya no podía moverse, casi no podía hablar, pero con sus últimas fuerzas dice “Padre perdónalos, no saben lo que hacen“.
Mientras tanto, uno de los ladrones se dirige a Jesús y le dice: “si eres quien dices ser, sálvate y sálvanos a nosotros“, pero el otro le dijo con una voz que ya casi se apagaba: “no lo molestes, nosotros estamos aquí por lo que hicimos, pero este hombre no ha hecho nada malo… Señor acuérdate de mi cuando llegues al Paraíso“. A lo que Jesús respondió, “De cierto os digo que estarás conmigo en el Paraíso“.
En el Evangelio de San Marcos lo podemos leer: “Entonces lo crucificaron y con Él, crucificaron también a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda” (Marcos 15, 24.27)
Duodécima Estación: Jesús entrega su vida por amor a nosotros
Desde que Jesús fue clavado en la cruz transcurrieron tres horas de mortal agonía, de las cuales podemos obtener enseñanzas sobre la importancia del sacrificio y la Misericordia de Dios. En toda esta odisea de dolor, ninguna de las cosas terribles que le sucedieron doblegaron su voluntad, ni envenenaron su espíritu, cumplió con la voluntad de su Padre celestial y con ello llevó a cuestas, no solo una cruz de madera, sino también los pecados del mundo.
Luego de hacerle la promesa al ladrón de que lo vería en el paraíso, Jesús vio a su Madre María al pie de la cruz, con su cara endurecida por el dolor y bañada por las lágrimas que como fuente inagotable brotaban de sus ojos sin cesar. Al verla junto a Juan y a la otra María les dice: “Hijo ahí tienes a tu madre, Madre ahí tienes a tu hijo”, lo cual nos habla de la importancia del amor al prójimo.
Luego de casi tres horas colgado en una cruz de madera en el Gólgota, Jesús dijo en una voz quebradiza “Tengo sed” a lo que uno de los soldados le acercó una esponja bañada en vinagre, con la cual se mojó los labios, luego se dirige a Dios Padre diciendo: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” y después de exclamar “Todo ha sido cumplido” exhaló un profundo suspiro e inclinando la cabeza, finalmente murió.
En el Evangelio podemos leer las siguientes palabras: “Hacia la hora sexta, las tinieblas cubrieron la tierra hasta la hora nona. El sol se eclipsó y el velo del templo se rasgó por el medio. Y Jesús con fuerte voz dijo: ‘Padre en tus manos encomiendo mi espíritu’ Y al decir esto, expiró” (Lucas 23, 44-46).
Decimotercera Estación: Los discípulos bajan de la cruz el cuerpo de Jesús
En esta estación vemos una representación conmovedora, la imagen más triste en la que se puede pensar, tenemos a la Virgen María, Madre amorosa de Jesús de Nazaret, al pie de la cruz observando y llorando en silencio la muerte de su unigénito.
José de Arimatea y Nicodemo, discípulos de Jesús, obtienen el permiso de Pilatos, quienes ayudados por otros discípulos del Maestro, se acercaron y poco a poco bajaron la cruz, luego, con mucho cuidado retiraron los grandes clavos de hierro de manos y pies, para librarlo y entregar su cuerpo a su madre y a las otras mujeres, para completar el ritual de limpiar y preparar el cadáver, para dejarlo posteriormente en el sepulcro.
Al bajar el cuerpo, María recibe a su hijo en brazos, ya sin vida, en la conmovedora imagen de La Dolorosa, una de las escenas más representadas en la religión católica, que hace referencia al amor incondicional de una madre, la cual siempre estará apoyándolo de corazón sin importar las circunstancias en las cuales se encuentre.
Decimocuarta Estación: El entierro de Jesús en el sepulcro
Fueron José de Arimatea y Nicodemo quienes llevaron el cuerpo de Jesús de los brazos de su madre hasta el sepulcro, cuya única puerta de entrada quedó sellada con una enorme piedra, además de la vigilancia de los soldados, por el miedo de los Romanos de que el cuerpo desapareciera.
María siente desde lo profundo de su alma la fuerza de la llama de la esperanza, con la firme convicción de que Jesús vencería a la muerte tal y como decían las escrituras.
La Resurrección
El día domingo, muy temprano en la mañana María junto a otras mujeres acudió al sepulcro para ungir el cuerpo como era tradición, pero encontraron que la piedra de la entrada había sido removida, al entrar, encontraron el sepulcro vacío.
Un ángel del Señor les dijo “Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado“.
La pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo no tenían como objetivo llevar a Jesús al sepulcro, al contrario, la resurrección era lo que Dios quería regalarle a la humanidad, como una demostración de que la fe y la luz del amor de Dios vencen a la muerte y la oscuridad del pecado.
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